lunes, 5 de abril de 2010

¿Cómo conocemos la realidad?

Algunas Ciencias Humanas han dedicado esfuerzos al problema del conocimiento. La psicología cognitiva ha estudiado el proceso de desarrollo de la inteligencia y de la capacidad de abstracción de los niños y adolescentes: la sociología del conocimiento ha investigado los procesos sociales y las influencias que condicionan y hacen que miremos la realidad de determinada manera y no de otra. Pero más allá de esto nos importa e interesa la capacidad y la manera como las personas captamos, procesamos y comunicamos el mundo social, la naturaleza física y la cultura en que vivimos y nos movemos.

1. ¿Cómo conocemos?



a) Conocemos por los sentidos y tenemos filtros

El ser humano vive inmerso en la naturaleza y en la vida social. Ambas son

indispensables para su vida, para su crecimiento y desarrollo. Y experimenta la realidad que lo rodea de manera progresiva –desde que nace, hasta que adquiere autonomía y manejo en ella- y condicionada por las distintas necesidades que va sintiendo.



En este proceso de experimentación y apropiación progresiva de la realidad el ser humano entra en contacto con ella a través de sus sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto. Estos le permiten percibir y experimentar el mundo exterior, además de ir perfilando su propia identidad a través de las diferencias que él percibe entre su persona (el propio yo) y lo que externo que lo rodea (la realidad).



En este proceso de percepción y experimentación, la relación que el ser humano establece con la realidad no es directa ni instantánea. Esta mediada por un conjunto de "filtros" que son los que condicionan nuestra percepción y nos permiten construir una determinada imagen de la realidad, que es en definitiva el instrumento con que nos aproximamos al mundo exterior.



Los filtros que condicionan nuestra percepción son básicamente tres: LA CULTURA, LAS EXPERIENCIAS o CONOCIMIENTOS PREVIOS Y LOS VALORES. Y quienes nos entregan esos filtros son nuestros padres y familia; la escuela a través de los maestros y condiscípulos; los amigos desde la niñez y los medios de comunicación social.



La cultura entendida como un modo particular de ser y de existir que permite significar (dar sentido) la realidad y hacerla comunicable, es un fenómeno propiamente humano y como tal se expresa en tres hechos que se interrelacionan entre sí:

· Los hechos materiales:
Que reflejan los modos de relación que el ser humano establece con la naturaleza a través de la producción y avance tecnológico. Por ejemplo, los habitantes precolombinos del continente, utilizaban una determinada tecnología para el cultivo de la tierra, la que se inscribía en una determinada concepción de la relación entre los hombres y la pachamama. Actualmente, las formas de concebir el trabajo agrícola, están directamente condicionadas por el concepto aumento de productividad, el que se halla estrechamente relacionado al uso de una determinada tecnología.


· Los hechos sociales:
Que reflejan los modos de relación entre los seres humanos y que se expresan en el conjunto de instituciones formales e informales que se expresan en el conjunto de instituciones formales que regulan y caracterizan la vida social. A modo de ejemplo, podemos señalar cómo el rol desempeñado por la mujer de la sociedad, ha ido cambiando a través del tiempo originando un conjunto de modificaciones en instituciones tan importantes como la familia, la vida política, etc.

· Los hechos mentales:
Que reflejan la relación del hombre con lo trascendente y que, se expresa en la producción de ideas y símbolos a través del arte, la religión y las letras. Un ejemplo que da cuenta de este hecho es el fenómeno de la evangelización de América Latina. Así los habitantes precolombinos de las distintas regiones del continente, percibían su relación con lo trascendente a través de una concepción de la divinidad o divinidades distinta a la traída por los españoles. En este proceso operó un importante cambio cultural a este nivel, que posteriormente condicionó la vivencia religiosa de las distintas culturas presentes en el continente.

Estos tres hechos, constituyen el escenario cultural donde los distintos seres humanos se mueven y son un factor determinante en la forma que filtramos nuestra relación con la realidad.

Las experiencias o conocimientos previos, también condicionan nuestra relación con la realidad y en este sentido nosotros vemos en lo que nos rodea, sólo aquello que estamos en condiciones de ver, de acuerdo con nuestro conocimiento o manejo de información previa, y en función de nuestra experiencias previas, estas muy tempranamente empiezan a condicionar el aprendizaje que hacemos de la realidad. Así los niños habitualmente conocen el medio que los rodea a nivel experiencial, aprenden por ejemplo el concepto de caliente en función de haber tocado algo caliente y de comprobar que eso quema. En este sentido, es muy difícil que un niño incorpore sólo de manera teórica la relación entre caliente y quemar.

Más adelante en la vida adulta las experiencias previas se van acumulando y constituyen un bagaje importante de información que condiciona nuestra relación con la realidad.

En lo que respecta a los conocimientos previos, éstos una vez que han sido incorporados condicionan el modo en que vemos la realidad. Por ejemplo, un químico puede ver en el café con azúcar que habitualmente nosotros tomamos, una disolución de glucosa con cafeína a un determinado porcentaje. El ve eso, porque tiene un conjunto de conocimientos previos, nosotros solo vemos café con azúcar porque desconocemos el proceso químico que se desencadena.

Así, el manejo de conocimientos previos nos hace interpretar la realidad de manera distinta.

Finalmente, los valores que manejamos también nos hacen ver y juzgar la realidad que nos rodea de manera diferenciada.

Así, frente a un mismo hecho: un divorcio, un aborto, una estafa, un determinado tipo de educación, etc., nosotros percibimos el fenómeno condicionado por los valores que manejamos, los que hemos ido incorporando a lo largo de nuestra vida a través de la familia, la escuela, el grupo religioso y otros grupos sociales de referencia.

De esta manera, el juicio y postura que emitimos y adoptamos, está en directa relación con lo que nosotros consideramos bueno y deseable o malo y reprochable.

En resumen, podemos decir que nuestra relación y conocimiento de la realidad no es directo, sino que está mediado por la percepción. Este es, en un proceso psicológico a través del cual nuestros sentidos captan la realidad y la pasan a través de filtros que producen una determinada imagen de la realidad que es, en definitiva, con la que nos relacionamos, adoptando determinados patrones de acción y conducta.

Los filtros que de manera fundamental condicionan nuestra percepción son: la CULTURA, las EXPERIENCIAS, y CONOCIMIENTOS PREVIOS y los VALORES.

En este contexto, es fundamental señalar que nuestra capacidad de pensar y razonar es una dimensión vital de nuestra vida, ya que ella nos permite ordenar los datos y experiencias captados por los sentidos y así buscar y construir sentidos que nos permiten entender y dar significado a la realidad.

Sin ella, sólo percibiríamos un caos, una cantidad de datos e información aportadas por los sentidos que no podríamos ordenar ni sistematizar. Gracias a nuestro intelecto progresamos: ordenando el mundo que nos rodea, comprendiéndolo y siendo capaces de actuar con otros en este mundo

b) Límites de nuestro conocimiento


Poseemos un conocimiento obvio es decir, normal de lo social, como lo que

literalmente encontramos en forma permanente en nuestras vidas frente a nosotros ó contra nosotros. Lo obvio existe para todos pero puede ser diferente para diversos grupos y personas. Pues lo que es obvio para una persona puede no serlo, necesariamente, para otras. Tanto es así que lo que algunos, en determinados momentos, tienden a considerar como un gran acontecimiento, revelador o novedoso, constituye, para otros un hecho irrelevante o un simple lugar común. Además normalmente, el análisis y la respectiva comprensión de la sociedad, en cuanto realidad general, se encuentra atravesada por una enorme dificultad: cómo captar el todo, para generar consensos válidos si somos seres humanos limitados especial y temporalmente y en consecuencia sólo podemos percibir, conocer y abarcar una parte de la gran variedad de eventos sociales que ocurren simultáneamente.



Efectivamente, constatamos en el entorno social la dificultad de cada uno de nosotros de capturar lo que realmente acontece a nuestro alrededor. No solemos percibir sino una parte de lo que sucede. Más allá de está experiencia concreta e inmediata, nos vemos obligados a recurrir a determinadas deducciones personales por vía de las informaciones o referencias que nos comunican nuestros semejantes acerca de aquellos eventos que no logramos ver u oír directamente. Como se ve, nuestras deducciones están sustentadas, entonces, en las relaciones de significado que establecemos a cada rato y con base en lo que otros individuos son capaces de asumir selectivamente, de procesar en sus propias esferas de experiencia inmediata.



La historia de un hecho social, es difícilmente reducible a su pura descripción particularizada ya que, existiendo un límite cronológico que separa el aquí y ahora del allá y en aquél momento, nos vemos obligados, a recurrir al análisis interpretativo de dicho evento para poder explicar o comprender cómo fue el hecho que aconteció.



La situación apenas descrita, nos permite proponer una característica de la realidad social (entendiendo esta como la manifestación de hechos y eventos que ocurren de manera múltiple y simultánea): SU INTELEGIBILIDAD ES DIFICULTOSA, ya que no es fácil leer la realidad general.



Esta inteligibilidad dificultosa, nos obliga a trazar coordenadas espaciales y temporales precisas, que nos permitan situar y contextualizar (poner en un contexto definido) la realidad referida.



Sin embargo, esta contextualización y fijación de coordenadas espaciales y temporales, necesarias para otorgar coherencia y delimitación explicativa, también presenta un problema: ¿Cuál es el criterio empleado para establecer las coordenadas? ¿cómo fijamos los límites? ¿sobre que bases determinamos con exactitud dónde, cuándo y cómo se ha iniciado o finalizado un hecho social? Es claro que debemos recurrir a una arbitrariedad intelectual para delimitar nuestro hecho o realidad social, en cuanto área de estudio y análisis. Sin embargo, existe claridad teórica para entender que las relaciones sociales generales son el producto de un cruce o interrelación de muchos contextos, que finalmente producen lo que conocemos como SISTEMA SOCIAL TOTAL.



Así, un hecho social determinado, ocurrido en un tiempo y espacio limitado y concreto, adquiere coherencia y sentido en la medida que se relaciona con el sistema social total.



2) Perjuicio y Tradición: ¿Vemos o leemos la realidad?



La realidad no es única o solamente, un dato externo, que captamos con nuestros órganos de sentido. Al contrario , ella es, fundamentalmente, el producto de una construcción que realizamos gracias a nuestros conocimientos propios, nuestras experiencias, nuestros proyectos (o pre-juicios) y los valores, que esto llamamos filtros, porque vivimos en sociedad con otras muchas personas y somos herederos de una tradición social transmitida por la familia, la escuela, los medios de comunicación social, la cultura.


Si, la realidad en que nos movemos y vivimos es más una construcción de nuestras ideas que un simple dato captado sensorialmente. Esto significa que ella es un artefacto es decir, un hecho fabricado o construido por los conocimientos e ideas o, mejor dicho, por las teorías que poseemos en nuestra mente y que comúnmente llamamos perjuicios en su sentido positivo y no peyorativo, vale decir, en el sentido que son juicios o nociones pre-constituidas; no racionalizadas y, por lo tanto, no asumidas con la suficiente conciencia de que están allí, en nuestra memoria.



Cada uno de nosotros, en cuanto seres humanos, somos el producto de un desarrollo biológico-cultural: biológico en cuanto crecemos, maduramos y envejecemos; cultural por el hecho de vivir en sociedad. Por consiguiente nuestra mente no es tanto un recipiente que se va llenando con los datos que percibimos por medio de nuestros sentidos sino, al contrario, ella, está moldeada por las personas, instituciones y culturas que nos forman y conforman, y por medio de las cuales (los filtros) le damos sentido y significado a la realidad. Ellos nos proporcionan un conjunto de ideas, mitos, creencias y, en general, todo ese material experiencial que nos han dejado nuestros antepasados cercanos y remotos (instituciones, objetos, símbolos, lenguaje hablado o escrito, etc.). Todos estos elementos, en cuanto productos sociales transmitidos, los poseemos en nuestra mente y comúnmente los denominamos tradición y es, gracias a ellos, que leemos la realidad. La razón humana, está sustentada en la tradición, en cuanto fuente de pre-juicios y sin ese producto social recibido, transmitido e impartido sería casi imposible orientarnos en la sociedad.



3) Conocimiento falible y memoria histórico-cultural



Nuestra mente no es, entonces, una pizarra en blanco o un espejo en el cual se van reflejando los datos provenientes del ambiente externo y mediados por los sentidos. Una visión de éste tipo nos presenta como seres pasivos frente a la realidad; como receptores impotentes de datos sensibles. Al contrario, somos memoria llena de cultura, es decir, somos una mente llena de nociones y pre-nociones; llena de pre-juicios. Es esto lo que nos permite darle sentido y significado a la realidad en que nos movemos y es lo que nos permite leer el mundo con ciertas expectativas en vez que con otras.


Ahora bien, los prejuicios con que leemos el mundo pueden cumplirse o no. Esto significa que las expectativas se nos presentan bajo la forma de verdaderas hipótesis o especulaciones sobre la realidad y, por consiguiente, pueden confirmarse ó resultar desmentidas por esa realidad real en que nos movemos. Generalmente caemos en error al interpretar o leer, de una cierta manera, una situación. Este equívoco o mal entendido es producto de un choque o contraste que se manifiesta entre nuestro bagaje o memoria cultural, es decir nuestra ideas, y lo que creemos que es la real realidad. Esta contradicción nos permite reordenar nuestras ideas a propósito de dicha realidad, creando así nuevas, diferentes o superiores formas de lectura de la misma. De este modo nos damos cuenta del carácter incompleto e imperfecto de nuestro conocimiento del mundo y de la vida, y de la tarea de perfeccionarlo.



Ahora bien, la conciencia de la limitación e imperfección de nuestro saber es lo que nos impulsa a seguir indagando y curioseando la realidad en que vivimos. En otras palabras, queremos o aspiramos saber más y mejor para sentirnos más satisfechos y tranquilos. Este proceso, sin embargo, parece ser infinito y por eso nunca nos sentimos ni satisfechos, ni tranquilos. No nos cansamos nunca de preguntarnos cosas acerca del mundo, la vida o la sociedad. Si hemos aceptado que muchas veces cometemos errores, tanto con nuestra acciones como con nuestras interpretaciones de la realidad, es evidente, entonces, que estamos obligados a concebir nuestra existencia como un proceso sujeto a constantes correcciones es decir, un proceso que nos permita mejorar siempre más nuestra ideas.

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