viernes, 23 de abril de 2010

LA ADOPCIÓN DE EMBRIONES

Clarín: 5 de febrero del 2010
Por: Georgina Elustondo





Sobrantes de parejas que hicieron tratamientos de fertilidad, miles de embriones congelados en centros privados se ofrecen sin que el Estado intervenga. Los dilemas éticos. Casos y reflexiones, los nuevos caminos hacia la paternidad




Les pasó lo que les pasa a muchas parejas que se ven obligadas a jugarse en un consultorio el sueño de un hijo: con el correr de los años, Ana y Ariel se fueron deshaciendo en un puñado de funciones, cálculos y valores de laboratorio. Ariel pasó a ser un "factor masculino severo" (un hombre sin espermatozoides en su semen); Ana, una mujer de treinta y largos, con el reloj biológico en contra; el vínculo, un desencuentro. "No había con qué -repasa ella-. Tras años de tratamientos, la sentencia de muerte también alcanzó a mis ovarios y quedamos empatados: pareja estéril, sin otro horizonte que la adopción. Jamás imaginé que algún día estaría pujando en una sala de partos para conocer a mi hijo".

El "milagro" que describe esta pareja de Lanús se llama embriodonación y es una técnica de reproducción asistida poco promocionada pero cada vez más frecuente en el país. Una práctica que avanza regalando vida donde no la hubiera habido, pero en un marco de absoluta anarquía, sin ningún tipo de regulación del Estado.

"La donación de embriones es una excelente opción para parejas con varios fracasos en tratamientos de fertilidad, para mujeres de más de 40 sin pareja o para matrimonios que dependan de la donación de óvulos o espermatozoides y prefieran recibir un embrión para encarar el embarazo en igualdad de condiciones respecto a ese hijo", explica la doctora Stella Lancuba, del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva. A la vez, es más barato: el procedimiento puede costar entre 10 y 30 por ciento de lo que sale un tratamiento de fertilidad, que oscila entre 12.000 y 16.000 pesos, y que las obras sociales y prepagas no los cubren: en Argentina la esterilidad no se considera una enfermedad.

Existen dos tipos de embriodonación: la tradicional, que es la donación de embriones criopreservados de pacientes que resolvieron no usarlos y dejarlos a cargo de la clínica; y una modalidad nueva y creciente que es la recepción de un embrión, en general en fresco, fecundado con ovocitos y espermatozoides de donantes voluntarios y anónimos, pero chequeados: "Se les hacen estudios infectológicos, inmunológicos y genéticos para garantizar al receptor ciertos estándares de salud o la ausencia de enfermedades hereditarias, y se seleccionan los donantes en función de la apariencia física de la pareja que los demanda. La gente no tiene por qué adoptar a ciegas", explica el doctor Roberto Coco, al frente de Fecunditas. En algunas clínicas, hasta preguntan a los receptores si prefieren alguna religión.

Nada de eso les dijeron a Ana y Ariel, cuando se entregaron a la propuesta del doctor Fernando Neuspiller, del IVI Buenos Aires. Sólo les dieron dos certezas: "ni africano ni oriental". Un mes después, Ana le rogaba a la telefonista que se volviera a fijar: "¿Es positivo?". Sí, serían papás. Iván nació en octubre de 2008. Su mamá fue a la cesárea como a una fiesta.

Son muy pocos los centros que no congelan embriones. La mayoría lo considera una práctica imprescindible para "trabajar bien" en fertilidad asistida. "Tratamos de hacerlo cada vez menos para esquivar dilemas éticos y eventuales problemas legales, pero si no congelamos debemos hacer el tratamiento completo en cada intento, exponiendo a la pareja a un mayor dolor físico, más estrés y más costo", dice Claudio Chillik, presidente la Asociación Latinoamericana de Medicina Reproductiva y director del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción, donde custodian 2.500 embriones en recipientes con nitrógeno líquido a 196 grados bajo cero.

Aunque hace veinte años que los tratamientos de fertilidad implican el congelamiento de embriones, en Argentina ninguna ley regula esta práctica. El Estado sólo intervino una vez, a partir de una medida cautelar presentada en 1993 por el abogado Ricardo Rabinovich para que se "protegiera" a los embriones congelados. El juez Miguel Güiraldes entendió que debían respetar los "derechos personalísimos de los embriones", y nombró a Rabinovich "tutor especial" de todos. En 1999, la Cámara Civil confirmó el fallo y ordenó al Gobierno porteño que hiciera un censo semestral de los embiones congelados e identificara a sus padres. Los centros de fertilidad apelaron y la causa quedó parada hasta 2006, cuando Rabinovich fue reemplazado por una defensora de menores que aceptó mantener bajo reserva la identidad de los padres. Según el primer fallo, antes de realizar cualquier donación habría que avisar al juzgado. Pero allí dicen que jamás recibieron ningún pedido.

Nadie sabe tampoco cuántos embriones congelados hay en el país. "Es un dato imposible de obtener. Todos los días se congelan y descongelan embriones", explica Marcos Horton, al frente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva. En 2006, cuando la Justicia ordenó el primer censo, ocho clínicas enviaron sus datos: había 12.000, sólo en Capital. "Es un número probable, pero no lo sabemos. Sólo sabemos que cada año se hacen 7.500 fertilizaciones in vitro. Como en un tercio se congelan embriones, podemos hablar de unos 2.000 procedimientos de criopreservación por año", dice Horton, y aclara: "Eso no quiere decir que todos esos embriones sean viables ni que estén abandonados. No es tan común que haya embriones para donar", asegura.

Los expertos coinciden en que cada vez se congela menos, porque las técnicas mejoraron. "Antes, el 50% de las parejas que hacía una in vitro guardaba embriones. Hoy sólo los hace el 20%, y la tasa de embarazo es mucho mayor", precisa Lancuba. Congelar embriones cuesta unos mil pesos, a los que hay que sumar unos 300 dólares anuales de mantenimiento.

Por supuesto, hay mucho para celebrar. La ciencia avanza sembrando vida donde mandaba la infertilidad. Pero cuando la naturaleza dice no, generar vida con el propio cuerpo depende, en muchos casos, del tamaño de la billetera. "¿Qué es más importante para ustedes, un hijo o un auto?", cuentan Ana y Ariel que les dijeron tras el fracaso del tercer tratamiento. "Llegué a laburar de asistente en uno de los centros para obtener un descuento. Me sentí humillada. Tuve que llevar hasta el resumen anual de la tarjeta para demostrar que no podía pagar tanto. Los médicos están en un lugar de mucho poder. Te cobran 200 pesos la consulta, tienen arreglos con las farmacias que venden la medicación, que es carísima, y casi nadie te da factura por nada", revela Ana.

En la mayoría de los centros, las parejas que congelan embriones se ven obligadas a firmar un consentimiento informado en el cual aceptan su donación si deciden no usarlos o si dejan de pagar la cuota anual de mantenimiento. "Antes de criopreservar embriones pedimos que dejen por escrito si los usarán más adelante o los donarán. El 80 por ciento acepta donar", cuenta Lancuba. En otros lugares, el consentimiento informado es cosa del pasado. "Yo no estoy a favor de la donación de embriones excedentes, aun si la pareja lo dejara por escrito, porque esos documentos se firman en momentos de fuerte asimetría entre médico y paciente", dice Coco. Ningún centro brinda cifras respecto de cuántas parejas "abandonaron" a sus embriones.

"Nosotros no pensamos en el después. Queríamos tener un hijo y en 1999 encaramos los tratamientos con una mirada de corto plazo", cuenta Mariela, de Devoto. En el segundo intento lograron ocho embriones de excelente calidad. Tuvieron mellizos. "Con el tiempo resolvimos que la familia llegaba hasta ahí. No teníamos posibilidades económicas para tener otro hijo", repasa. La crisis de 2001, cuenta, los destruyó. "Pasamos varios años sin pagar el mantenimiento de los embriones, que de 300 pesos por año subió a mil", confiesa Mariela. En 2007, los llamaron de la clínica para avisarles que debían 1.500 dólares. "Si no los pagábamos, los embriones quedaban a cargo de ellos para donación y la deuda se condonaba. Fue duro, pero aceptamos."

"Todo es muy confuso", resume el doctor Coco. "A partir de lo resuelto en el caso Rabinovich, los embriones almacenados no pertenecerían siquiera a sus progenitores; mucho menos, entonces, a los centros que los tenemos almacenados. Es ridículo. Hace dos años, una familia dijo que quería donar y les pedimos que consultaran a la Justicia. Nunca respondieron", asegura. Por el vacío legal, algunos centros suspendieron la embriodonación. "En Cegyr hace 3 años que no lo hacemos. Seguimos congelando y los padres firman el consentimiento autorizando una posible donación, pero no la concretaremos hasta que el tema legal esté claro", explica Chillik.

Mientras tanto, los embriones se congelan, se guardan, se donan, se investigan y se descartan bajo la más completa anarquía o al amparo de autorregulaciones éticas que se imponen la mayoría de los médicos y clínicas de fertilidad. Es tal el nivel de incertidumbre que ni siquiera hay palabras para nombrar tendencias y prácticas cotidianas. El abogado Roberto Arribere, especialista en bioética, explica que es incorrecto incluso hablar de donación. "Cuando se trata de material biológico que es fruto de los procesos derivados de las nuevas técnicas de reproducción se habla de 'dación'. Es un acto unilateral, que no requiere aceptación previa por parte del receptor. Tampoco los embriones son 'adoptados', porque estaríamos hablando de una adopción prenatal y, según la Constitución, sólo se pueden adoptar nacidos vivos", explica. A su vez, en Argentina la madre es la que da a luz, la que pare. Entregar un embrión, por tanto, es ceder para siempre la maternidad.

En ese marco, la donación de embriones plantea nuevos desafíos al derecho a la identidad. En Argentina nadie sabe qué ocurrirá en el futuro, cuando una norma establezca derechos y obligaciones. "Todos los sistemas de dación provenientes de bancos de donantes se basan en el anonimato recíproco entre dadores y receptores, para evitar futuros reclamos por desconocimiento de paternidad o posibles derechos alimentarios y sucesorios. Por eso el consentimiento informado es clave. El mayor problema se presenta en los casos en que la dación no proviene de donantes de bancos sino de familiares o personas conocidas, porque a la cuestión legal se suma el entrecruzamiento de roles familiares o sociales", dice Arribere.
Según el abogado, "la tendencia predominante reconoce que los receptores y los hijos nacidos a partir de la embriodonación tienen derecho a conocer una información general de los donantes que no incluya su identidad. Pero ante una situación de peligro para la vida o la salud del hijo, o cuando sea necesario para el esclarecimiento de un delito, la identidad de los donantes puede ser revelada, sin que eso cree una relación jurídica entre ellos", explica.
El tema de la identidad desvela a los padres receptores. "¿Cómo contarle a Iván la historia de su concepción?", se angustia Ana. "Le vamos a decir la verdad porque le pertenece, saber es su derecho. Pero todavía no acordamos qué vamos a decirle", confiesa Ariel. ¿Cómo explicarle que su cuerpo tiene los genes de otra pareja, pero que estuvo en la panza de Ana y tomó su teta durante un año? ¿Es adoptado? ¿Importa?

Las lagunas legales llenan de fantasmas a los padres receptores. Desde que nació Iván, por ejemplo, Ana nunca lo llevó a Capital. Teme, dice, encontrarse con algún chico muy parecido y que sus padres sospechen que Iván es fruto del embrión que alguna vez donaron. "Es una tontería, ya sé, pero ¿cómo combato ese miedo?"




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"Eran células nuestras, pero serán hijos de quienes los amen"Para la ciencia sólo se trata de "material biológico"El Congreso y la Justicia, ajenos al problema

martes, 20 de abril de 2010

Carta del Papa Juan Pablo II a las mujeres



A vosotras, mujeres del mundo entero, os doy mi más cordial saludo:
1. A cada una de vosotras dirijo esta carta con el objeto de compartir y manifestar gratitud, en la proximidad de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, que tendrá lugar en Pekín el próximo mes de septiembre.
Ante todo deseo expresar mi vivo reconocimiento a la Organización de las Naciones Unidas, que ha promovido tan importante iniciativa. La Iglesia quiere ofrecer también su contribución en defensa de la dignidad, papel y derechos de las mujeres, no sólo a través de la aportación específica de la Delegación oficial de la Santa Sede a los trabajos de Pekín, sino también hablando directamente al corazón y a la mente de todas las mujeres. Recientemente, con ocasión de la visita que la Señora Gertrudis Mongella, Secretaria General de la Conferencia, me ha hecho precisamente con vistas a este importante encuentro, le he entregado un Mensaje en el que se recogen algunos puntos fundamentales de la enseñanza de la Iglesia al respecto. Es un mensaje que, más allá de la circunstancia específica que lo ha inspirado, se abre a la perspectiva más general de la realidad y de los problemas de las mujeres en su conjunto, poniéndose al servicio de su causa en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Por lo cual he dispuesto que se enviara a todas las Conferencias Episcopales, para asegurar su máxima difusión.
Refiriéndome a lo expuesto en dicho documento, quiero ahora dirigirme directamente a cada mujer, para reflexionar con ella sobre sus problemas y las perspectivas de la condición femenina en nuestro tiempo, deteniéndome en particular sobre el tema esencial de la dignidad y de los derechos de las mujeres, considerados a la luz de la Palabra de Dios.
El punto de partida de este diálogo ideal no es otro que dar gracias. "La Iglesia -- escribía en la Carta apostólica Mulieris dignitatem -- desea dar gracias a la Santísima Trinidad por el ‘misterio de la mujer' y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna de su dignidad femenina, por las ‘maravillas de Dios', que en la historia de la humanidad se han realizado en ella y por ella" (n. 31).
2. Dar gracias al Señor por su designio sobre la vocación y la misión de la mujer en el mundo se convierte en un agradecimiento concreto y directo a las mujeres, a cada mujer, por lo que representan en la vida de la humanidad.
Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.
Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.
Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del "misterio", a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.
Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta "esponsal", que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.
Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.
3. Pero dar gracias no basta, lo sé. Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales. No sería ciertamente fácil señalar responsabilidades precisas, considerando la fuerza de las sedimentaciones culturales que, a lo largo de los siglos, han plasmado mentalidades e instituciones. Pero si en esto no han faltado, especialmente en determinados contextos históricos, responsabilidades objetivas incluso en no pocos hijos de la Iglesia, lo siento sinceramente. Que este sentimiento se convierta para toda la Iglesia en un compromiso de renovada fidelidad a la inspiración evangélica, que precisamente sobre el tema de la liberación de la mujer de toda forma de abuso y de dominio tiene un mensaje de perenne actualidad, el cual brota de la actitud misma de Cristo. El, superando las normas vigentes en la cultura de su tiempo, tuvo en relación con las mujeres una actitud de apertura, de respeto, de acogida y de ternura. De este modo honraba en la mujer la dignidad que tiene desde siempre, en el proyecto y en el amor de Dios. Mirando hacia El, al final de este segundo milenio, resulta espontáneo preguntarse: ¿qué parte de su mensaje ha sido comprendido y llevado a término?
Ciertamente, es la hora de mirar con la valentía de la memoria, y reconociendo sinceramente las responsabilidades, la larga historia de la humanidad, a la que las mujeres han contribuido no menos que los hombres, y la mayor parte de las veces en condiciones bastante más adversas. Pienso, en particular, en las mujeres que han amado la cultura y el arte, y se han dedicado a ello partiendo con desventaja, excluidas a menudo de una educación igual, expuestas a la infravaloración, al desconocimiento e incluso al despojo de su aportación intelectual. Por desgracia, de la múltiple actividad de las mujeres en la historia ha quedado muy poco que se pueda recuperar con los instrumentos de la historiografía científica. Por suerte, aunque el tiempo haya enterrado sus huellas documentales, sin embargo se percibe su influjo benéfico en la linfa vital que conforma el ser de las generaciones que se han sucedido hasta nosotros. Respecto a esta grande e inmensa " tradición " femenina, la humanidad tiene una deuda incalculable. ¡Cuántas mujeres han sido y son todavía más tenidas en cuenta por su aspecto físico que por su competencia, profesionalidad, capacidad intelectual, riqueza de su sensibilidad y en definitiva por la dignidad misma de su ser!
4. ¿Y qué decir también de los obstáculos que, en tantas partes del mundo, impiden aún a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica? Baste pensar en cómo a menudo es penalizado, más que gratificado, el don de la maternidad, al que la humanidad debe también su misma supervivencia. Ciertamente, aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. Es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos de la persona y por tanto igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo, tutela de la trabajadora-madre, justas promociones en la carrera, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un régimen democrático.
Se trata de un acto de justicia, pero también de una necesidad. Los graves problemas sobre la mesa, en la política del futuro, verán a la mujer comprometida cada vez más: tiempo libre, calidad de la vida, migraciones, servicios sociales, eutanasia, droga, sanidad y asistencia, ecología, etc. Para todos estos campos será preciosa una mayor presencia social de la mujer, porque contribuirá a manifestar las contradicciones de una sociedad organizada sobre puros criterios de eficiencia y productividad, y obligará a replantear los sistemas en favor de los procesos de humanización que configuran la "civilización del amor".
5. Mirando también uno de los aspectos más delicados de la situación femenina en el mundo, ¿cómo no recordar la larga y humillante historia -- a menudo "subterránea" -- de abusos cometidos contra las mujeres en el campo de la sexualidad? A las puertas del tercer milenio no podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno. Es hora de condenar con determinación, empleando los medios legislativos apropiados de defensa, las formas de violencia sexual que con frecuencia tienen por objeto a las mujeres. En nombre del respeto de la persona no podemos además no denunciar la difundida cultura hedonística y comercial que promueve la explotación sistemática de la sexualidad, induciendo a chicas incluso de muy joven edad a caer en los ambientes de la corrupción y hacer un uso mercenario de su cuerpo.
Ante estas perversiones, cuánto reconocimiento merecen en cambio las mujeres que, con amor heroico por su criatura, llevan a término un embarazo derivado de la injusticia de relaciones sexuales impuestas con la fuerza; y esto no sólo en el conjunto de las atrocidades que por desgracia tienen lugar en contextos de guerra todavía tan frecuentes en el mundo, sino también en situaciones de bienestar y de paz, viciadas a menudo por una cultura de permisivismo hedonístico, en que prosperan también más fácilmente tendencias de machismo agresivo. En semejantes condiciones, la opción del aborto, que es siempre un pecado grave, antes de ser una responsabilidad de las mujeres, es un crimen imputable al hombre y a la complicidad del ambiente que lo rodea.
6. Mi "gratitud" a las mujeres se convierte pues en una llamada apremiante, a fin de que por parte de todos, y en particular por parte de los Estados y de las instituciones internacionales, se haga lo necesario para devolver a las mujeres el pleno respeto de su dignidad y de su papel. A este propósito expreso mi admiración hacia las mujeres de buena voluntad que se han dedicado a defender la dignidad de su condición femenina mediante la conquista de fundamentales derechos sociales, económicos y políticos, y han tomado esta valiente iniciativa en tiempos en que este compromiso suyo era considerado un acto de transgresión, un signo de falta de femineidad, una manifestación de exhibicionismo, y tal vez un pecado.
Como expuse en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, mirando este gran proceso de liberación de la mujer, se puede decir que "ha sido un camino difícil y complicado y, alguna vez, no exento de errores, aunque sustancialmente positivo, incluso estando todavía incompleto por tantos obstáculos que, en varias partes del mundo, se interponen a que la mujer sea reconocida, respetada y valorada en su peculiar dignidad" (n. 4).
¡Es necesario continuar en este camino! Sin embargo estoy convencido de que el secreto para recorrer libremente el camino del pleno respeto de la identidad femenina no está solamente en la denuncia, aunque necesaria, de las discriminaciones y de las injusticias, sino también y sobre todo en un eficaz e ilustrado proyecto de promoción, que contemple todos los ámbitos de la vida femenina, a partir de una renovada y universal toma de conciencia de la dignidad de la mujer. A su reconocimiento, no obstante los múltiples condicionamientos históricos, nos lleva la razón misma, que siente la Ley de Dios inscrita en el corazón de cada hombre. Pero es sobre todo la Palabra de Dios la que nos permite descubrir con claridad el radical fundamento antropológico de la dignidad de la mujer, indicándonoslo en el designio de Dios sobre la humanidad.
7. Permitidme pues, queridas hermanas, que medite de nuevo con vosotras sobre la maravillosa página bíblica que presenta la creación del ser humano, y que dice tanto sobre vuestra dignidad y misión en el mundo.
El Libro del Génesis habla de la creación de modo sintético y con lenguaje poético y simbólico, pero profundamente verdadero: "Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó: varón y mujer los creó" (Gn 1, 27). La acción creadora de Dios se desarrolla según un proyecto preciso. Ante todo, se dice que el ser humano es creado "a imagen y semejanza de Dios" (cf. Gn 1, 26), expresión que aclara en seguida el carácter peculiar del ser humano en el conjunto de la obra de la creación.
Se dice además que el ser humano, desde el principio, es creado como "varón y mujer" (Gn 1, 27). La Escritura misma da la interpretación de este dato: el hombre, aun encontrándose rodeado de las innumerables criaturas del mundo visible, ve que está solo (cf. Gn 2, 20). Dios interviene para hacerlo salir de tal situación de soledad: "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gn 2, 18). En la creación de la mujer está inscrito, pues, desde el inicio el principio de la ayuda: ayuda —mírese bien— no unilateral, sino recíproca. La mujer es el complemento del hombre, como el hombre es el complemento de la mujer: mujer y hombre son entre sí complementarios. La femineidad realiza lo "humano" tanto como la masculinidad, pero con una modulación diversa y complementaria.
Cuando el Génesis habla de "ayuda", no se refiere solamente al ámbito del obrar, sino también al del ser. Femineidad y masculinidad son entre sí complementarias no sólo desde el punto de vista físico y psíquico, sino ontológico. Sólo gracias a la dualidad de lo "masculino" y de lo "femenino" lo "humano" se realiza plenamente.
8. Después de crear al ser humano varón y mujer, Dios dice a ambos: "Llenad la tierra y sometedla" (Gn 1, 28). No les da sólo el poder de procrear para perpetuar en el tiempo el género humano, sino que les entrega también la tierra como tarea, comprometiéndolos a administrar sus recursos con responsabilidad. El ser humano, ser racional y libre, está llamado a transformar la faz de la tierra. En este encargo, que esencialmente es obra de cultura, tanto el hombre como la mujer tienen desde el principio igual responsabilidad. En su reciprocidad esponsal y fecunda, en su común tarea de dominar y someter la tierra, la mujer y el hombre no reflejan una igualdad estática y uniforme, y ni siquiera una diferencia abismal e inexorablemente conflictiva: su relación más natural, de acuerdo con el designio de Dios, es la "unidad de los dos", o sea una "unidualidad" relacional, que permite a cada uno sentir la relación interpersonal y recíproca como un don enriquecedor y responsabilizante.
A esta "unidad de los dos" confía Dios no sólo la obra de la procreación y la vida de la familia, sino la construcción misma de la historia. Si durante el Año internacional de la Familia, celebrado en 1994, se puso la atención sobre la mujer como madre, la Conferencia de Pekín es la ocasión propicia para una nueva toma de conciencia de la múltiple aportación que la mujer ofrece a la vida de todas las sociedades y naciones. Es una aportación, ante todo, de naturaleza espiritual y cultural, pero también socio-política y económica. ¡Es mucho verdaderamente lo que deben a la aportación de la mujer los diversos sectores de la sociedad, los Estados, las culturas nacionales y, en definitiva, el progreso de todo el genero humano
9. Normalmente el progreso se valora según categorías científicas y técnicas, y también desde este punto de vista no falta la aportación de la mujer. Sin embargo, no es ésta la única dimensión del progreso, es más, ni siquiera es la principal. Más importante es la dimensión ética y social, que afecta a las relaciones humanas y a los valores del espíritu: en esta dimensión, desarrollada a menudo sin clamor, a partir de las relaciones cotidianas entre las personas, especialmente dentro de la familia, la sociedad es en gran parte deudora precisamente al "genio de la mujer".
A este respecto, quiero manifestar una particular gratitud a las mujeres comprometidas en los más diversos sectores de la actividad educativa, fuera de la familia: asilos, escuelas, universidades, instituciones asistenciales, parroquias, asociaciones y movimientos. Donde se da la exigencia de un trabajo formativo se puede constatar la inmensa disponibilidad de las mujeres a dedicarse a las relaciones humanas, especialmente en favor de los más débiles e indefensos. En este cometido manifiestan una forma de maternidad afectiva, cultural y espiritual, de un valor verdaderamente inestimable, por la influencia que tiene en el desarrollo de la persona y en el futuro de la sociedad. ¿Cómo no recordar aquí el testimonio de tantas mujeres católicas y de tantas Congregaciones religiosas femeninas que, en los diversos continentes, han hecho de la educación, especialmente de los niños y de las niñas, su principal servicio? ¿Cómo no mirar con gratitud a todas las mujeres que han trabajado y siguen trabajando en el campo de la salud, no sólo en el ámbito de las instituciones sanitarias mejor organizadas, sino a menudo en circunstancias muy precarias, en los Países más pobres del mundo, dando un testimonio de disponibilidad que a veces roza el martirio?
10. Deseo pues, queridas hermanas, que se reflexione con mucha atención sobre el tema del "genio de la mujer", no sólo para reconocer los caracteres que en el mismo hay de un preciso proyecto de Dios que ha de ser acogido y respetado, sino también para darle un mayor espacio en el conjunto de la vida social así como en la eclesial. Precisamente sobre este tema, ya tratado con ocasión del Año Mariano, tuve oportunidad de ocuparme ampliamente en la citada Carta apostólica Mulieris dignitatem, publicada en 1988. Este año, además, con ocasión del Jueves Santo, a la tradicional Carta que envío a los sacerdotes he querido agregar idealmente la Mulieris dignitatem, invitándoles a reflexionar sobre el significativo papel que la mujer tiene en sus vidas como madre, como hermana y como colaboradora en las obras apostólicas. Es ésta otra dimensión, —diversa de la conyugal, pero asimismo importante— de aquella "ayuda" que la mujer, según el Génesis, está llamada a ofrecer al hombre.
La Iglesia ve en María la máxima expresión del "genio femenino" y encuentra en Ella una fuente de continua inspiración. María se ha autodefinido "esclava del Señor" (Lc 1, 38). Por su obediencia a la Palabra de Dios Ella ha acogido su vocación privilegiada, nada fácil, de esposa y de madre en la familia de Nazaret. Poniéndose al servicio de Dios, ha estado también al servicio de los hombres: un servicio de amor. Precisamente este servicio le ha permitido realizar en su vida la experiencia de un misterioso, pero auténtico "reinar". No es por casualidad que se la invoca como "Reina del cielo y de la tierra". Con este título la invoca toda la comunidad de los creyentes, la invocan como "Reina" muchos pueblos y naciones. ¡Su "reinar" es servir! ¡Su servir es "reinar"!
De este modo debería entenderse la autoridad, tanto en la familia como en la sociedad y en la Iglesia. El "reinar" es la revelación de la vocación fundamental del ser humano, creado a "imagen" de Aquel que es el Señor del cielo y de la tierra, llamado a ser en Cristo su hijo adoptivo. El hombre es la única criatura sobre la tierra que "Dios ha amado por sí misma", como enseña el Concilio Vaticano II, el cual añade significativamente que el hombre "no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo" (Gaudium et spes, 24).
En esto consiste el "reinar" materno de María. Siendo, con todo su ser, un don para el Hijo, es un don también para los hijos e hijas de todo el género humano, suscitando profunda confianza en quien se dirige a Ella para ser guiado por los difíciles caminos de la vida al propio y definitivo destino trascendente. A esta meta final llega cada uno a través de las etapas de la propia vocación, una meta que orienta el compromiso en el tiempo tanto del hombre como de la mujer.
11. En este horizonte de "servicio" -- que, si se realiza con libertad, reciprocidad y amor, expresa la verdadera "realeza" del ser humano -- es posible acoger también, sin desventajas para la mujer, una cierta diversidad de papeles, en la medida en que tal diversidad no es fruto de imposición arbitraria, sino que mana del carácter peculiar del ser masculino y femenino. Es un tema que tiene su aplicación específica incluso dentro de la Iglesia. Si Cristo -- con una elección libre y soberana, atestiguada por el Evangelio y la constante tradición eclesial -- ha confiado solamente a los varones la tarea de ser "icono" de su rostro de "pastor" y de "esposo" de la Iglesia a través del ejercicio del sacerdocio ministerial, esto no quita nada al papel de la mujer, así como al de los demás miembros de la Iglesia que no han recibido el orden sagrado, siendo por lo demás todos igualmente dotados de la dignidad propia del "sacerdocio común", fundamentado en el Bautismo. En efecto, estas distinciones de papel no deben interpretarse a la luz de los cánones de funcionamiento propios de las sociedades humanas, sino con los criterios específicos de la economía sacramental, o sea, la economía de "signos" elegidos libremente por Dios para hacerse presente en medio de los hombres.
Por otra parte, precisamente en la línea de esta economía de signos, incluso fuera del ámbito sacramental, hay que tener en cuenta la "femineidad" vivida según el modelo sublime de María. En efecto, en la "femineidad" de la mujer creyente, y particularmente en el de la "consagrada", se da una especie de "profecía" inmanente (cf. Mulieris dignitatem, 29), un simbolismo muy evocador, podría decirse un fecundo "carácter de icono", que se realiza plenamente en María y expresa muy bien el ser mismo de la Iglesia como comunidad consagrada totalmente con corazón "virgen", para ser "esposa" de Cristo y "madre" de los creyentes. En esta perspectiva de complementariedad "icónica" de los papeles masculino y femenino se ponen mejor de relieve las dos dimensiones imprescindibles de la Iglesia: el principio "mariano" y el "apostólico-petrino" (cf. ibid., 27).
Por otra parte -- lo recordaba a los sacerdotes en la citada Carta del Jueves Santo de este año -- el sacerdocio ministerial, en el plan de Cristo "no es expresión de dominio, sino de servicio" (n. 7). Es deber urgente de la Iglesia, en su renovación diaria a la luz de la Palabra de Dios, evidenciar esto cada vez más, tanto en el desarrollo del espíritu de comunión y en la atenta promoción de todos los medios típicamente eclesiales de participación, como a través del respeto y valoración de los innumerables carismas personales y comunitarios que el Espíritu de Dios suscita para la edificación de la comunidad cristiana y el servicio a los hombres.
En este amplio ámbito de servicio, la historia de la Iglesia en estos dos milenios, a pesar de tantos condicionamientos, ha conocido verdaderamente el "genio de la mujer", habiendo visto surgir en su seno mujeres de gran talla que han dejado amplia y beneficiosa huella de sí mismas en el tiempo. Pienso en la larga serie de mártires, de santas, de místicas insignes. Pienso de modo especial en santa Catalina de Siena y en santa Teresa de Jesús, a las que el Papa Pablo VI concedió el título de Doctoras de la Iglesia. Y ¿cómo no recordar además a tantas mujeres que, movidas por la fe, han emprendido iniciativas de extraordinaria importancia social especialmente al servicio de los más pobres? En el futuro de la Iglesia en el tercer milenio no dejarán de darse ciertamente nuevas y admirables manifestaciones del "genio femenino".
12. Vosotras veis, pues, queridas hermanas, cuántos motivos tiene la Iglesia para desear que, en la próxima Conferencia, promovida por las Naciones Unidas en Pekín, se clarifique la plena verdad sobre la mujer. Que se dé verdaderamente su debido relieve al "genio de la mujer", teniendo en cuenta no sólo a las mujeres importantes y famosas del pasado o las contemporáneas, sino también a las sencillas, que expresan su talento femenino en el servicio de los demás en lo ordinario de cada día. En efecto, es dándose a los otros en la vida diaria como la mujer descubre la vocación profunda de su vida; ella que quizá más aún que el hombre ve al hombre, porque lo ve con el corazón. Lo ve independientemente de los diversos sistemas ideológicos y políticos. Lo ve en su grandeza y en sus límites, y trata de acercarse a él y serle de ayuda. De este modo, se realiza en la historia de la humanidad el plan fundamental del Creador e incesantemente viene a la luz, en la variedad de vocaciones, la belleza -- no solamente física, sino sobre todo espiritual -- con que Dios ha dotado desde el principio a la criatura humana y especialmente a la mujer.
Mientras confío al Señor en la oración el buen resultado de la importante reunión de Pekín, invito a las comunidades eclesiales a hacer del presente año una ocasión para una sentida acción de gracias al Creador y al Redentor del mundo precisamente por el don de un bien tan grande como es el de la femineidad: ésta, en sus múltiples expresiones, pertenece al patrimonio constitutivo de la humanidad y de la misma Iglesia.
Que María, Reina del amor, vele sobre las mujeres y sobre su misión al servicio de la humanidad, de la paz y de la extensión del Reino de Dios.
Con mi Bendición. Vaticano, 29 de junio, solemnidad de los santos Pedro y Pablo, del año 1995.
Publicado por Human Life International - Vida Humana Internacional © 1998. Se permite la reproducción total o parcial de este escrito con fines no lucrativos y con la autorización de Vida Humana Internacional.

miércoles, 14 de abril de 2010

El porqué de los porqués



Lo que importa en esta vida no es todo lo que hacemos,lo que realmente importa es cómo lo hacemos y el porqué de lo que hacemos.
Autor: José de Jesús González, L.C. | Fuente: Catholic.net



En cierta ocasión llegó un hombre muy culto a San Giovanni Rotondo. Buscaba al famosísimo P. Pío. Llevaba en sus manos dos volúmenes donde recopilaba sus investigaciones y que eran para él su opus vitae (la obra de su vida). Iba con la ilusión de que el santo sacerdote los bendijera, pues había dedicado mucho tiempo y esfuerzo. Sin embargo, cuando se los presentó al santo, su ánimo se fue por los suelos.

Sabemos que el P. Pío tenía una manera muy particular de tratar a sus penitentes. Era caritativo y paciente, pero a veces también extremadamente claro. Cuando aquel hombre extendió los libros y los depositó en las manos del sacerdote religioso, una palidez apareció en su rostro. Su boca perdió la sonrisa natural. Las lágrimas asomaron a sus ojos y, por fin, el santo confesor, con voz potente, dijo: «¿Es esa la obra de tu vida? Eso significa -dijo casi gritando- que has vivido sesenta años para escribir estos dos libros y ese ha sido el objetivo de tu vida, ¿es esa la obra de tu vida, y para ella has vivido, no? ¿Y dónde está tu fe?». Y después de hacerle reflexionar sobre la caducidad de la vida le pidió que saliera de la iglesia, pero ganando la conversión de aquél científico.

Este pobre hombre había ido con la ilusión de lo que él pensó era una obra buena, y salió con la lección de que la vida es algo más que un puñado de experiencias.

Todos formamos parte de un entramado de relaciones sociales que más o menos influyen en el modo de enfocar nuestra propia existencia. Estamos injertados ineludiblemente en un “tira y afloja” cotidiano, un luchar constante por la propia realización. Navegamos en un mar de oportunidades pero al mismo tiempo de continuos riesgos. La vida avanza, no se detiene, y quizá nuestro modo de afrontar los retos se va haciendo cada vez más opaco, sin ilusión y sin porqués.

¿Nos hemos detenido a pensar por qué hacemos las cosas, por qué luchamos por ciertos ideales, por qué nos esclavizamos a ciertas necesidades, por qué y por qué y por qué...?

Hay una manera poco común de afrontar la vida. La manera de los sabios y prudentes. La manera de la fe. La fe es la virtud por la que encauzamos todo nuestro actuar en el marco del querer divino. Por la fe vemos con realismo los avatares cotidianos y por ella ponemos en manos de Dios nuestras vidas para que las vaya guiando. Todo adquiere un sentido nuevo, trascendente, de plenitud personal y satisfacción humana. Porque la fe es lo que permite abrir el abanico de la acción más allá del cerrado horizonte personal.

Las modas, las rutinas diarias, el ir y venir de un lado a otro, el ambiente social en que vivimos, fácilmente puede ofuscar o nublar la perspectiva existencial de nuestra vida, el sentido de todo lo que hacemos. Se puede caer en el pesimismo o la desesperación, pues una vida nunca será lineal, sin dificultades. Pero cuando se está por encima de los obstáculos a través de la fe, estos adquieren una dimensión nueva, netamente positiva, la del hombre libre que ama y sabe el porqué de sus pasos en esta tierra.

Lo que importa en esta vida no es todo lo que hacemos, nuestros títulos, éxitos o fracasos. Lo que realmente importa es cómo lo hacemos y el porqué de lo que hacemos. La fe es esa pluma con la que se escribe una vida feliz, una vida plena, una vida en paz. El libro de nuestra vida tiene que estar escrito con fe y con amor, independientemente de lo que Dios haya querido escribir en él. Si realmente supiéramos sobre qué seremos examinados al final de nuestros días, ya hace tiempo que hubiéramos comenzado a escribir algo digno de leerse enfrente de todos los que nos conocieron, porque vivir para uno mismo es vivir sin Dios, y sólo Él es la verdadera fuente de la felicidad.

martes, 13 de abril de 2010

Bioética: Los farmacéuticos ya han detectado efectos adversos en la píldora del día después



Los farmacéuticos ya han detectado efectos adversos en la píldora del día después
Sangrados, trombos y, sobre todo, un uso inadecuado y excesivo son algunos de los problemas a los que los farmacéuticos españoles se enfrentan cuando dispensan la píldora del día después
Autor: R. Serrano LA RAZON | Fuente: foroandaluzfamilia.org

Sangrados, trombos y, sobre todo, un uso inadecuado y excesivo son algunos de los problemas a los que los farmacéuticos españoles se enfrentan cuando dispensan la píldora del día después. Los riesgos son bien conocidos desde hace ocho años, cuando el fármaco llegó a España. Pero, desde que comenzara la dispensación sin receta, hace casi cuatro meses, la preocupación de los profesionales es mayor. Ana María Menéndez, farmacéutica de la madrileña calle San Dámaso, cuenta que en los últimos años ha conocido, al menos, dos reacciones adversas al levonorgestrel. «Una chica, de unos 21 años, paciente habitual, vino a pedirme un anticonceptivo con levonorgestrel para tratarse el acné. No se lo di, porque creí que no lo necesitaba, pero ella se lo tomó. Al cabo de unas semanas sufrió un trombo cerebral que a punto estuvo de dejarla tetrapléjica». No fue el único caso. También tuvo noticias de una joven que «no llegaba a los 18 años» y «acabó en Urgencias por una hemorragia masiva» tras tomar la píldora del día después. Por casos como éstos, Menéndez es una de las 3.000 farmacéuticas que no dispensa este fármaco.

52% DE LAS USUARIAS son «reincidentes»
100% SUBIÓ LA VENTA en el primer mes sin receta

Sin embargo, Sanidad ni siquiera reconoce el derecho a la objeción, por lo que la mayoría de los profesionales se ven obligados a dispensar la píldora postcoital sin receta. Algunos toman sus propias precauciones. «Nosotros no la damos por debajo de los 16 años, y siempre explicamos antes los riesgos», aclara Rosa María Lastra, titular de la farmacia que lleva su nombre en Madrid. Pese a las cautelas, señala que, desde que se liberalizó su comercialización, ha detectado numerosas irregularidades. «Hay colegas que me comentan que algunas chicas ya se la toman todos los fines de semana. O, incluso, dos veces por semana. Nosotros intentamos decirles que, por favor, esperen al menos un mes, aunque el mínimo son tres meses. Pero no siempre funciona, porque a veces ni siquiera vienen las chicas: vienen sus novios. El otro día llegaron dos chicos de 15 años pidiéndola para una amiga. Les dije que tenía que venir ella misma y no volvieron. A saber lo que habría detrás de eso». A su juicio, «lo ideal es que hubiera un control médico».

martes, 6 de abril de 2010

LA CONTEMPLACIÓN DE LA BELLEZA



CARDENAL JOSEPH RATZINGER

EN HUMANITAS NRO.29

Cada año, en la Liturgia de las Horas del tiempo de Cuaresma, me vuelve a conmover una paradoja de las Vísperas del lunes de la segunda semana del Salterio. Allí, una junto a la otra, se encuentran dos antífonas, una para el tiempo de Cuaresma y otra para la Semana santa. Ambas introducen el salmo 44, pero lo hacen con claves interpretativas radicalmente contrapuestas. El salmo describe las nupcias del Rey, su belleza, sus virtudes, su misión y, a continuación, exalta la figura de la esposa. En el tiempo de Cuaresma, introduce el salmo la misma antífona que se utiliza durante el resto del año. El tercer versículo reza: "Eres el más bello de los hombres; en tus labios se derrama la gracia".
Está claro que la Iglesia lee este salmo como una representación poético-profética de la relación esponsal entre Cristo y la Iglesia. Reconoce a Cristo como el más bello de los hombres; la gracia derramada en sus labios manifiesta la belleza interior de su palabra, la gloria de su anuncio. De este modo, no sólo la belleza exterior con la que aparece el Redentor es digna de ser glorificada, sino que en él, sobre todo, se encarna la belleza de la Verdad, la belleza de Dios mismo, que nos atrae hacia sí y a la vez abre en nosotros la herida del Amor, la santa pasión (eros) que nos hace caminar, en la Iglesia esposa y junto con ella, al encuentro del Amor que nos llama. Pero el miércoles de la Semana santa, la Iglesia cambia la antífona y nos invita a leer el salmo a la luz de Isaías: "Sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, con el rostro desfigurado por el dolor" (53, 2). ¿Cómo se concilian estas dos afirmaciones? El "más bello de los hombres" es de aspecto tan miserable, que ni se le quiere mirar. Pilato lo muestra a la multitud diciendo: "Este es el hombre", tratando de suscitar la piedad por el Hombre, despreciado y maltratado, al que no le queda ninguna belleza exterior. San Agustín, que en su juventud escribió un libro sobre lo bello y lo conveniente, y que apreciaba la belleza en las palabras, en la música y en las artes figurativas, percibió con mucha fuerza esta paradoja y se dio cuenta de que en este pasaje la gran filosofía griega de la belleza no sólo se refundía, sino que se ponía dramáticamente en discusión: habría que discutir y experimentar de nuevo lo que era la belleza y su significado. Refiriéndose a la paradoja contenida en estos textos, hablaba de "dos trompetas" que suenan contrapuestas, pero que reciben su sonido del mismo soplo de aire, del mismo Espíritu. Él sabía que la paradoja es una contraposición, pero no una contradicción. Las dos afirmaciones provienen del mismo Espíritu que inspira toda la Escritura, el cual, sin embargo, suena en ella con notas diferentes y, precisamente así, nos sitúa frente a la totalidad de la verdadera Belleza, de la Verdad misma.
Del texto de Isaías nace, ante todo, la cuestión de la que se han ocupado los Padres de la Iglesia: si Cristo era o no bello. Aquí se oculta la cuestión más radical: si la belleza es verdadera o si, por el contrario, la fealdad es lo que nos conduce a la profunda verdad de la realidad. El que cree en Dios, en el Dios que precisamente en las apariencias alteradas de Cristo crucificado se manifestó como amor "hasta el final" (Jn 13, 1), sabe que la belleza es verdad y que la verdad es belleza, pero en el Cristo sufriente comprende también que la belleza de la verdad incluye la ofensa, el dolor e incluso el oscuro misterio de la muerte, y que sólo se puede encontrar la belleza aceptando el dolor y no ignorándolo. Sin duda, un inicio de comprensión de que la belleza tiene que ver con el dolor se encuentra también en el mundo griego. Pensemos por ejemplo en el Fedro de Platón. Platón considera el encuentro con la belleza como esa sacudida emotiva y saludable que permite al hombre salir de sí mismo, lo "entusiasma" atrayéndolo hacia otro distinto de él. El hombre -así dice Platón- ha perdido la perfección original concebida para él. Ahora busca perennemente la forma primigenia que le sane. Recuerdo y nostalgia lo inducen a la búsqueda y la belleza lo arranca del acomodamiento cotidiano. Le hace sufrir. Podríamos decir, en sentido platónico, que el dardo de la nostalgia lo hiere y justamente de este modo le da alas y lo atrae hacia lo alto.
En el discurso de Aristófanes en el Banquete se afirma que los amantes desconocen lo que verdaderamente quieren el uno del otro. Por el contrario, resulta evidente que las almas de ambos están sedientas de algo distinto, que no es el placer amoroso. Sin embargo, el alma no consigue expresar este algo distinto, "tiene sólo una vaga percepción de lo que realmente anhela y habla de ello como de un enigma". En el siglo XIV, en el libro sobre la vida de Cristo del teólogo bizantino Nicolás Kabasilas, volvemos a encontrar esta experiencia de Platón, en la cual el objeto último de la nostalgia permanece sin nombre, aunque transformado por la nueva experiencia cristiana. Kabasilas afirma: "Hombres que llevan en sí un deseo tan poderoso que supera su naturaleza, y que desean y anhelan más de aquello a lo que el hombre puede aspirar, estos hombres han sido traspasados por el mismo Esposo, él mismo ha enviado a sus ojos un rayo ardiente de su belleza. La profundidad de la herida revela ya cuál es el dardo, y la intensidad del deseo deja entrever Quién ha lanzado la flecha".
La belleza hiere, pero precisamente de esta manera recuerda al hombre su destino último. Lo que afirma Platón y, más de 1500 años después, Kabasilas nada tiene que ver con el esteticismo superficial y con una actitud irracional, con la huida de la claridad y de la importancia de la razón. La belleza es conocimiento, ciertamente, una forma superior de conocimiento, puesto que toca al hombre con toda la profundidad de la verdad. En esto Kabasilas sigue siendo totalmente griego, en cuanto que pone el conocimiento en primer lugar. "Origen del amor es el conocimiento -afirma-: el conocimiento genera amor". "En algunas ocasiones -prosigue- el conocimiento puede ser tan fuerte que actúe como una especie de filtro de amor". El autor no plantea dicha afirmación sólo en términos generales. Como es característico de su pensamiento riguroso, distingue dos tipos de conocimiento: el primero es el conocimiento mediante la instrucción, que de algún modo representa un conocimiento "de segunda mano" y no implica contacto directo con la realidad misma. El segundo tipo, por el contrario, es un conocimiento mediante la propia experiencia y la relación directa con las cosas. "Por tanto, hasta que no hemos tenido la experiencia de un ser concreto, no amamos al objeto tal y como debería ser amado". El verdadero conocimiento se produce al ser alcanzados por el dardo de la belleza que hiere al hombre, al vernos tocados por la realidad, "por la presencia personal de Cristo mismo", como él afirma. El ser alcanzados y cautivados por la belleza de Cristo produce un conocimiento más real y profundo que la mera deducción racional. Ciertamente, no debemos menospreciar el significado de la reflexión teológica, del pensamiento teológico exacto y riguroso, que sigue siendo absolutamente necesario. Por ello despreciar o rechazar el impacto que la Belleza provoca en el corazón suscitando una correspondencia como una verdadera forma de conocimiento empobrece y hace más árida tanto la fe como la teología. Nosotros debemos volver a encontrar esta forma de conocimiento. Se trata de una exigencia apremiante para nuestro tiempo.
A partir de esta concepción, Hans Urs von Balthasar edificó su Opus Magnum de la Estética teológica, de la que muchos detalles se han acogido en el trabajo teológico, mientras que su planteamiento de fondo, que constituye verdaderamente el elemento esencial de todo, no se ha asumido en absoluto. Nótese que esto no es un problema que afecta simplemente, o principalmente, tan sólo a la teología; afecta también a la pastoral, que debe volver a favorecer el encuentro del hombre con la belleza de la fe. Así, a menudo los argumentos caen en el vacío, porque en nuestro mundo se entrecruzan demasiadas argumentaciones contrapuestas, de tal modo que surge espontáneo en el hombre el pensamiento que los antiguos teólogos medievales formularon de la siguiente forma: la razón "tiene la nariz de cera", es decir, basta con ser un poco hábiles para dirigirla en cualquier dirección. Puesto que todo es tan sensato, tan convincente, ¿de quién tenemos que fiarnos? El encuentro con la belleza puede ser el dardo que alcanza el alma e hiriéndola, le abre los ojos, hasta el punto de que entonces el alma, a partir de la experiencia, halla criterios de juicio y también capacidad para valorar correctamente los argumentos.
Sigue siendo una experiencia inolvidable para mí el concierto de Bach dirigido por Leonard Bernstein en Munich, tras la prematura muerte de Karl Richter. Estaba sentado al lado del obispo evangélico Hanselmann, Cuando se apagó triunfalmente la última nota de una de las grandes cantatas del solista Thomas, nos miramos espontáneamente el uno el otro y con la misma espontaneidad dijimos: "Los que hayan escuchado esta música saben que la fe es verdadera". En esa música se percibía una fuerza extraordinaria de Realidad presente, que suscitaba, no mediante deducciones, sino a través del impacto del corazón, la evidencia de que aquello no podía surgir de la nada; sólo podía nacer gracias a la fuerza de la Verdad, que se actualiza en la inspiración del compositor.
Y ¿no resulta evidente lo mismo cuando nos dejamos conmover por el icono de la Trinidad de Rublëv? En el arte de los iconos, al igual que en las obras de los grandes pintores occidentales del románico y del gótico, la experiencia que describe Kabasilas se hace visible partiendo de la interioridad, y se puede participar en ella. Pavel Evdokimov ha descrito de manera significativa el recorrido interior que supone el icono. El icono no es simplemente la reproducción de lo que perciben los sentidos; más bien, supone lo que él define como "un ayuno de la mirada". La percepción interior debe liberarse de la mera percepción de los sentidos para, mediante la oración y la ascesis, adquirir una nueva y más profunda capacidad de ver; debe recorrer el paso de lo que es meramente exterior a la realidad en su profundidad, de manera que el artista vea lo que los sentidos por sí mismos no ven y, sin embargo, aparece en el campo de lo sensible: el esplendor de la gloria de Dios, "la gloria de Dios que está en el rostro de Cristo" (2 Co 4, 6). Admirar los iconos, y en general los grandes cuadros del arte cristiano, nos conduce por una vía interior, una vía de superación de uno mismo y, en esta purificación de la mirada, que es purificación del corazón, nos revela la Belleza, o al menos un rayo de su esplendor. Precisamente de esta manera nos pone en relación con la fuerza de la verdad. A menudo he afirmado que estoy convencido de que la verdadera apología de la fe cristiana, la demostración más convincente de su verdad contra cualquier negación, se encuentra, por un lado, en sus santos y, por otro, en la belleza que la fe general. Para que actualmente la fe pueda crecer, tanto nosotros como los hombres que encontramos, debemos dirigirnos hacia los santos y hacia lo Bello.
Pero ahora es preciso responder a una objeción. Ya hemos refutado la afirmación según la cual lo que hemos sostenido hasta aquí sería una huida hacia lo irracional, un mero esteticismo. Es, más bien, lo contrario: sólo de este modo la razón se ve liberada de su torpeza y es capaz de obrar. Otra objeción reviste hoy más importancia: el mensaje de la belleza se pone radicalmente en duda a través del poder de la mentira, la seducción, la violencia y el mal. ¿Puede la belleza ser auténtica o, en definitiva, no es más que una vana ilusión? ¿La realidad no es, acaso, malvada en el fondo?
El miedo a que el dardo de la belleza no pueda conducirnos a la verdad, sino que la mentira, la fealdad y lo vulgar sean la verdadera "realidad", ha angustiado a los hombres de todos los tiempos. En la actualidad esto se ha reflejado en la afirmación de que, después de Auschwitz, sería imposible volver a escribir poesía, volver a hablar de un Dios bueno. Muchos se preguntan: ¿dónde estaba Dios mientras funcionaban los hornos crematorios? Esta objeción, para la que existían ya motivos suficientes antes de Auschwitz en todas las atrocidades de la historia, indica que un concepto puramente armonioso de belleza no es suficiente. No sostiene la confrontación con la gravedad de la puesta en entredicho de Dios, de la verdad y de la belleza. Apolo, que para el Sócrates de Platón era "el Dios" y el garante de la imperturbable belleza como lo "verdaderamente divino", ya no basta en absoluto.
De esta manera volvemos a las "dos trompetas" de la Biblia de las que habíamos partido, a la paradoja por la cual se puede decir de Cristo: "Eres el más bello de los hombres" y "sin figura, sin belleza (…) su rostro está desfigurado por el dolor". En la pasión de Cristo la estética griega -tan digna de admiración por su presentimiento del contacto con lo divino que, sin embargo, permanece inefable para ella- no se ve abolida sino superada. La experiencia de lo bello recibe una nueva profundidad, un nuevo realismo. Aquel que es la Belleza misma se ha dejado desfigurar el rostro, escupir encima y coronar de espinas. La Sábana santa de Turín nos permite imaginar todo esto de manera conmovedora. Precisamente en este Rostro desfigurado aparece la auténtica y suprema belleza: la belleza del amor que llega "hasta el extremo" y que por ello se revela más fuerte que la mentira y la violencia. Quien ha percibido esta belleza sabe que la verdad es la última palabra sobre el mundo, y no la mentira. No es "verdad" la mentira, sino la Verdad. Digámoslo así: un nuevo truco de la mentira es presentarse como "verdad" y decirnos: "más allá de mí no hay nada, dejad de buscar la verdad o, peor aún, de amarla, porque si obráis así vais por el camino equivocado". El icono de Cristo crucificado nos libera del engaño hoy tan extendido. Sin embargo, pone como condición que nos dejemos herir junto con él y que creamos en el Amor, que puede correr el riesgo de dejar la belleza exterior para anunciar de esta manera la verdad de la Belleza.
De todas formas, la mentira emplea también otra estratagema: la belleza falaz, falsa, que ciega y no hace salir al hombre de sí mismo para abrirlo al éxtasis de elevarse a las alturas, sino que lo aprisiona totalmente y lo encierra en sí mismo. Es una belleza que no despierta la nostalgia por lo indecible, la disponibilidad al ofrecimiento, al abandono de uno mismo, sino que provoca el ansia, la voluntad de poder, de posesión y de mero placer. Es el tipo de experiencia de la belleza al que alude el Génesis en el relato del pecado original: Eva vio que el fruto del árbol era "bello", bueno para comer y "agradable a la vista". La belleza, tal como la experimenta, despierta en ella el deseo de posesión y la repliega sobre sí misma. ¿Quién no reconocería, por ejemplo en la publicidad, esas imágenes que con habilidad extrema están hechas para tentar irresistiblemente al hombre a fin de que se apropie de todo y busque la satisfacción inmediata en lugar de abrirse a algo distinto de sí?
De este modo, el arte cristiano se encuentra hoy (y quizás en todos los tiempos) entre dos fuegos: debe oponerse al culto de lo feo, que nos induce a pensar que todo, que toda belleza es un engaño y que solamente la representación de lo que es cruel, bajo y vulgar, sería verdad y auténtica iluminación del conocimiento; y debe contrarrestar la belleza falaz que empequeñece al hombre en lugar de enaltecerlo y que, precisamente por este motivo, es mentira.
Es bien conocida la famosa pregunta de Dostoievski: "¿Nos salvará la Belleza?". Pero en la mayoría de los casos se olvida que Dostoievski se refiere aquí a la belleza redentora de Cristo. Debemos aprender a verlo. Si no lo conocemos simplemente de palabra, sino que nos traspasa el dardo de su belleza paradójica, entonces empezamos a conocerlo de verdad, y no sólo de oídas. Entonces hemos encontrado la belleza de la Verdad, de la Verdad redentora. Nada puede acercarnos más a la Belleza, que es Cristo mismo, que el mundo de belleza que la fe ha creado y la luz que resplandece en el rostro de los santos, mediante la cual se vuelve visible su propia luz.

Denuncian una técnica para imponer el aborto en nuestra sociedad


 
Buenos Aires, 6 Abr. 10 (AICA)
Abortos en la Argentina
Abortos en la Argentina
“Hay una matriz que se repite reveladoramente. Menores abusadas por concubinos de sus madres o familiares durante años. Silencio absoluto de las menores durante todo ese período. Madres o familiares que no perciben nada. Escuelas que no ven cambios en la conducta de las víctimas. Amigos que ignoran todo. Organismos del Estado, especialmente dedicados a proteger y cuidar la integridad de la mujer y de la niñez, totalmente ausentes. De pronto, se confirma el embarazo de la menor, y abuelas, familiares, docentes, jueces, psicólogos judiciales, gobernadores, legisladores, el INADI, el Ministerio de Salud de la Nación, el Consejo Nacional de las Mujeres, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, salen a pedir un ‘aborto estatal gratuito’ para ‘reestablecer’ la ‘salud psíquica’ de la menor vulnerada”. Así lo expresa un comunicado de la ONG Pro-Vida en el que se denuncia la “técnica para imponer el aborto en nuestra sociedad”.
     El texto, firmado por los doctores Roberto Castellano, presidente, y María Laura Garmendia, secretaria, prosigue destacando que "obviamente, en caso de ser cierto las supuestas violaciones, a nadie le importó que sucedieran o hizo algo previo para evitar el estado de promiscuidad en que la víctima vivía”, y agrega: “Se rechazan todos los pedidos de adopción que se formulan. Sólo interesa usarlas como precedentes para imponer el aborto en el país, se necesita imperiosamente hacer el aborto y que tenga difusión. Conclusión, se termina matando a un bebé inocente e indefenso, porque así se tiene el justificativo para cumplir con la agenda externa impuesta a nuestra sociedad”.

     “La menor vuelve, después de asesinado su hijo, al lugar donde era abusada. Los supuestos violadores, siguen con vida y no deben hacerse cargo de mantener criatura alguna. Este es el ciclo que se viene repitiendo para imponer la desaparición forzada de bebés como política de Estado”, concluye el comunicado.

     Más información: 
www.infovida.org.+
 
AICA - Toda la información puede ser reproducida parcial o totalmente, citando la fuente

Ofrecen ayuda a adolescentes para que no aborte


San Carlos de Bariloche (Río Negro), 6 Abr. 10 (AICA)
Monseñor Fernando Maletti, obispo de San Carlos de Bariloche
Monseñor Fernando Maletti, obispo de San Carlos de Bariloche
El obispo de San Carlos de Bariloche, monseñor Fernando Maletti, y el equipo de voluntarios de Gravida, salieron al encuentro de una joven de 17 años, víctima de violencia sexual, que decidió abortar al niño por nacer tras obtener una autorización judicial, a fin de “sin condenas ni polémicas, ofrecer toda nuestra ayuda, acompañamiento y contención” y además despertar “la conciencia del valor de la vida humana, y de acogida al niño que viene”.
     Tras señalar que “muchos hermanos y hermanas, incluso, se han ofrecido para adoptar a este niño, como actitud bien concreta y no sólo reclamativa”, tanto el obispo como la organización dedicada a la atención de la mujer en riesgo de abortar, lamentaron que “quien tenia en sus manos la decisión sobre la vida de este niño, el juez Martin Lozada, prácticamente haya dictado su sentencia de muerte”.

     “Sentencia que de llevarse a cabo, nos dejará a todos, incluida la joven embarazada, con un amargo dolor y una inocultable vergüenza y frustración”, dijeron en un comunicado titulado “La vida humana como don”.

     La joven madre, de 17 años, cursa un embarazo de 12 semanas de gestación. Pertenece a la comunidad mapuche de Nahuelpán que habita en un paraje cercano a El Bolsón, Río Negro. La madre convivió con dos hombres, hermanos entre sí, y ambos –padre y tío- abusaron de la joven desde hace seis años, según denunciaron.

“Hacerla abortar es volver a violarla”
     “Con la muerte de un bebé inocente no se soluciona el abandono y abuso que sufrió la joven. Hacerla abortar, es no sólo matar una vida sino volver a violarla”, advirtió el padre Juan Angel Dieuzeide, en declaraciones radiales.

     El sacerdote de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, de San Carlos de Bariloche, recordó que “un ser humano concebido es un ser humano”, al preguntar “quién determina que no lo es”. Lo cierto es, aseguró, que “la medicina no es Dios” para poder hacerlo.
Texto del comunicado del Obispado     Frente a la terrible situación, de la que hemos tomado conocimiento a través de los medios de comunicación, de una adolescente de 17 años embarazada, aparentemente, de su propio padre o de un tío, denunciando años de abuso, violación y sometimiento por parte de ambos, el equipo de voluntarios de GRAVIDA (servicio diocesano de acogida a la vida naciente) y el obispo de San Carlos de Bariloche, Padre Fernando C. Maletti, quieren llevar su mensaje de comprensión, misericordia y amor hacia quien ha sido víctima de esta violencia sexual, que sin duda ha provocado heridas dolorosísimas en su alma, mancillando su inocencia y su dignidad personal.

     Ante la decisión de abortar al niño por nacer, que lamentablemente ha tenido autorización judicial, queremos salir al encuentro de esta joven madre, y ante ella, sin condenas ni polémicas, ofrecer toda nuestra ayuda, acompañamiento y contención, ayuda que Grávida Diocesana realiza a través de un servicio concreto de orientación, asistencia y contención de la madre embarazada en riesgo de aborto, despertando la conciencia del valor de la vida humana, y de acogida al niño que viene. Muchos hermanos y hermanas, incluso, se han ofrecido para adoptar a este niño, como actitud bien concreta y no solo declamativa.

     Creemos firmemente -y comprometemos en ello toda nuestra inteligencia y voluntad- que la vida humana es un don maravilloso de DIOS, y que la posibilidad milagrosa de existir, de nacer y de vivir, debe respetarse siempre. Aun cuando esa posibilidad sea fruto de una tremenda y traumática experiencia de sometimiento sexual como el que ha padecido esta joven, debemos esforzarnos por proteger esa vida que viene, porque no solo el niño no es responsable en absoluto de las circunstancias y de las acciones de violencia y abuso en que fue engendrado, sino que es muy probable que su misma “presencia” ponga fin a tantos años de sometimiento y abuso para la madre.

     Queremos decirle a esta adolescente que puede contar con Grávida y con el Obispo de San Carlos de Bariloche. Estamos totalmente disponibles para escuchar todo su dolor y acompañarla en este momento dramático que está viviendo, pues no cabe duda que este niño que viene, no ha sido buscado ni querido por ella, que su embarazo no es una vivencia dulce y feliz, sino dolorosa y triste, pero que aún así la eliminación mediante un aborto del niño que está en su vientre, solo le traerá más dolor y sufrimiento a su vida y no reestablecerá la dignidad que brutalmente le han quitado.

     Lamentamos que quien tenia en sus manos la decisión sobre la vida de este niño, el Juez Martín Lozada, prácticamente haya dictado su sentencia de muerte, sentencia que de llevarse a cabo, nos dejará a todos, incluida la joven embarazada, con un amargo dolor y una inocultable vergüenza y frustración.

     Finalmente queremos recordar lo dicho por los Obispos Patagónicos ante una situación similar ocurrida en Comodoro Rivadavia, “…como Iglesia expresamos hoy la postura a favor de la vida y nuestro apoyo, comprensión y solidaridad a las víctimas de situaciones aberrantes. Para lo cual ofrecemos nuevamente:

     * Nuestro apoyo moral, espiritual, recursos y hogares que desean adoptar la vida en riesgo. No ofrecemos la muerte, sino la vida.

     * La oración y ayuda pastoral para que las consecuencias del aborto procurado sean lo menos traumáticas posibles para las personas afectadas y para la sociedad.

     * La propuesta de una reflexión serena y constructiva como sociedad, en base a valores éticos universales que, en el proyecto de provincia y de nación que queremos, aseguren la vida y la felicidad para todos, de modo que en situaciones semejantes se implementen las soluciones justas y dignas, que no son las más fáciles.

     * El reclamo al reconocimiento de la objeción de conciencia, como derecho y garantía de la no discriminación que debe existir en una sociedad pluralista y democrática.

     Más allá de cualquier creencia religiosa o ideológica, tenemos la certeza de estar defendiendo un derecho universal que es patrimonio de toda persona que quiere crecer y convivir dignamente en la familia humana” (Obispos patagónicos, declaración “Con el Aborto perdemos todos”, 10 de marzo del2010).

         Invitamos a rezar por esta intención. Que Jesús Resucitado llene de vida nuestros corazones y que María, su Madre, nos enseñe el Amor, única respuesta valida y digna que como seres humanos podemos dar.

     Informes: 
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El elíxir de la vida existe: Benedicto XVI - Pascua del 2010


El elíxir de la vida existe: Benedicto XVI
Homilía de Benedicto XVI en la Vigilia Pascual Cristo, “hierba medicinal contra la muerte” CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 4 de abril de 2010
Autor: Benedicto XVI | Fuente: Libreria Editrice Vaticana

Queridos hermanos y hermanas

Una antigua leyenda judía tomada del libro apócrifo "La vida de Adán y Eva" cuenta que Adán, en la enfermedad que le llevaría a la muerte, mandó a su hijo Set, junto con Eva, a la región del Paraíso para traer el aceite de la misericordia, de modo que le ungiesen con él y sanara. Después de tantas oraciones y llanto de los dos en busca del árbol de la vida, se les apareció el arcángel Miguel para decirles que no conseguirían el óleo del árbol de la misericordia, y que Adán tendría que morir.

Algunos lectores cristianos han añadido posteriormente a esta comunicación del arcángel una palabra de consuelo. El arcángel habría dicho que, después de 5.500 años, vendría el Rey bondadoso, Cristo, el Hijo de Dios, y ungiría con el óleo de su misericordia a todos los que creyeran en él: "El óleo de la misericordia se dará de eternidad en eternidad a cuantos renaciesen por el agua y el Espíritu Santo. Entonces, el Hijo de Dios, rico en amor, Cristo, descenderá en las profundidades de la tierra y llevará a tu padre al Paraíso, junto al árbol de la misericordia".

En esta leyenda puede verse toda la aflicción del hombre ante el destino de enfermedad, dolor y muerte que se le ha impuesto. Se pone en evidencia la resistencia que el hombre opone a la muerte. En alguna parte -han pensado repetidamente los hombres- deberá haber una hierba medicinal contra la muerte. Antes o después, se deberá poder encontrar una medicina, no sólo contra esta o aquella enfermedad, sino contra la verdadera fatalidad, contra la muerte. En suma, debería existir la medicina de la inmortalidad.

También hoy los hombres están buscando una sustancia curativa de este tipo. También la ciencia médica actual está tratando, si no de evitar propiamente la muerte, sí de eliminar el mayor número posible de sus causas, de posponerla cada vez más, de ofrecer una vida cada vez mejor y más longeva. Pero, reflexionemos un momento: ¿qué ocurriría realmente si se lograra, tal vez no evitar la muerte, pero sí retrasarla indefinidamente y alcanzar una edad de varios cientos de años?

¿Sería bueno esto? La humanidad envejecería de manera extraordinaria, y ya no habría espacio para la juventud. Se apagaría la capacidad de innovación y una vida interminable, en vez de un paraíso, sería más bien una condena. La verdadera hierba medicinal contra la muerte debería ser diversa. No debería llevar sólo a prolongar indefinidamente esta vida actual. Debería más bien transformar nuestra vida desde dentro. Crear en nosotros una vida nueva, verdaderamente capaz de eternidad, transformarnos de tal manera que no se acabara con la muerte, sino que comenzara en plenitud sólo con ella.

Lo nuevo y emocionante del mensaje cristiano, del Evangelio de Jesucristo era, y lo es aún, esto que se nos dice: sí, esta hierba medicinal contra la muerte, este fármaco de inmortalidad existe. Se ha encontrado. Es accesible. Esta medicina se nos da en el Bautismo. Una vida nueva comienza en nosotros, una vida nueva que madura en la fe y que no es truncada con la muerte de la antigua vida, sino que sólo entonces sale plenamente a la luz.

Ante esto, algunos, tal vez muchos, responderán: ciertamente oigo el mensaje, sólo que me falta la fe. Y también quien desea creer preguntará: ¿Es realmente así? ¿Cómo nos lo podemos imaginar? ¿Cómo se desarrolla esta transformación de la vieja vida, de modo que se forme en ella la vida nueva que no conoce la muerte? Una vez más, un antiguo escrito judío puede ayudarnos a hacernos una idea de ese proceso misterioso que comienza en nosotros con el Bautismo.

En él, se cuenta cómo el antepasado Henoc fue arrebatado por Dios hasta su trono. Pero él se asustó ante las gloriosas potestades angélicas y, en su debilidad humana, no pudo contemplar el rostro de Dios. "Entonces - prosigue el libro de Henoc - Dios dijo a Miguel: "Toma a Henoc y quítale sus ropas terrenas. Úngelo con óleo suave y revístelo con vestiduras de gloria". Y Miguel quitó mis vestidos, me ungió con óleo suave, y este óleo era más que una luz radiante... Su esplendor se parecía a los rayos del sol. Cuando me miré, me di cuenta de que era como uno de los seres gloriosos" (Ph. Rech, Inbild des Kosmos, II 524).

Precisamente esto, el ser revestido con los nuevos indumentos de Dios, es lo que sucede en el Bautismo; así nos dice la fe cristiana. Naturalmente, este cambio de vestidura es un proceso que dura toda la vida. Lo que ocurre en el Bautismo es el comienzo de un camino que abarca toda nuestra existencia, que nos hace capaces de eternidad, de manera que con el vestido de luz de Cristo podamos comparecer en presencia de Dios y vivir por siempre con él.

En el rito del Bautismo hay dos elementos en los que se expresa este acontecimiento, y en los que se pone también de manifiesto su necesidad para el transcurso de nuestra vida. Ante todo, tenemos el rito de las renuncias y promesas.

En la Iglesia antigua, el bautizando se volvía hacia el occidente, símbolo de las tinieblas, del ocaso del sol, de la muerte y, por tanto, del dominio del pecado. Miraba en esa dirección y pronunciaba un triple "no": al demonio, a sus pompas y al pecado. Con esta extraña palabra, "pompas", es decir, la suntuosidad del diablo, se indicaba el esplendor del antiguo culto de los dioses y del antiguo teatro, en el que se sentía gusto viendo a personas vivas desgarradas por bestias feroces. Se rechazaba de esta forma un tipo de cultura que encadenaba al hombre a la adoración del poder, al mundo de la codicia, a la mentira, a la crueldad.

Era un acto de liberación respecto a la imposición de una forma de vida, que se presentaba como placer y que, sin embargo, impulsaba a la destrucción de lo mejor que tiene el hombre. Esta renuncia - sin tantos gestos externos - sigue siendo también hoy una parte esencial del Bautismo. En él, quitamos las "viejas vestiduras" con las que no se puede estar ante Dios. Dicho mejor aún, empezamos a despojarnos de ellas. En efecto, esta renuncia es una promesa en la cual damos la mano a Cristo, para que Él nos guíe y nos revista.

Lo que son estas "vestiduras" que dejamos y la promesa que hacemos, lo vemos claramente cuando leemos, en el quinto capítulo de la Carta a los Gálatas, lo que Pablo llama "obras de la carne", término que significa precisamente las viejas vestiduras que se han de abandonar. Pablo las llama así: "fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, envidias, borracheras, orgías y cosas por el estilo" (Ga 5,19ss.). Estas son las vestiduras que dejamos; son vestiduras de la muerte.

En la Iglesia antigua, el bautizando se volvía después hacia el oriente, símbolo de la luz, símbolo del nuevo sol de la historia, del nuevo sol que surge, símbolo de Cristo. El bautizando determina la nueva orientación de su vida: la fe en el Dios trinitario al que él se entrega. Así, Dios mismo nos viste con indumentos de luz, con el vestido de la vida. Pablo llama a estas nuevas "vestiduras" "fruto del Espíritu" y las describe con las siguientes palabras: "Amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí" (Ga 5, 22).

En la Iglesia antigua, el bautizando era a continuación desvestido realmente de sus ropas. Descendía en la fuente bautismal y se le sumergía tres veces; era un símbolo de la muerte que expresa toda la radicalidad de dicho despojo y del cambio de vestiduras.

Esta vida, que en todo caso está destinada a la muerte, el bautizando la entrega a la muerte, junto con Cristo, y se deja llevar y levantar por Él a la vida nueva que lo transforma para la eternidad. Luego, al salir de las aguas bautismales, los neófitos eran revestidos de blanco, el vestido de luz de Dios, y recibían una vela encendida como signo de la vida nueva en la luz, que Dios mismo había encendido en ellos.

Lo sabían, habían obtenido el fármaco de la inmortalidad, que ahora, en el momento de recibir la santa comunión, tomaba plenamente forma. En ella recibimos el Cuerpo del Señor resucitado y nosotros mismos somos incorporados a este Cuerpo, de manera que estamos ya resguardados en Aquel que ha vencido a la muerte y nos guía a través de la muerte.

En el curso de los siglos, los símbolos se han ido haciendo más escasos, pero lo que acontece esencialmente en el Bautismo ha permanecido igual. No es solamente un lavacro, y menos aún una acogida un tanto compleja en una nueva asociación. Es muerte y resurrección, renacimiento a la vida nueva.

Sí, la hierba medicinal contra la muerte existe. Cristo es el árbol de la vida hecho de nuevo accesible. Si nos atenemos a Él, entonces estamos en la vida. Por eso cantaremos en esta noche de la resurrección, de todo corazón, el aleluya, el canto de la alegría que no precisa palabras. Por eso, Pablo puede decir a los Filipenses: "Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres" (Flp 4,4). No se puede ordenar la alegría. Sólo se la puede dar.

El Señor resucitado nos da la alegría: la verdadera vida. Estamos ya cobijados para siempre en el amor de Aquel a quien ha sido dado todo poder en el cielo y sobre la tierra (cf. Mt 28,18). Por eso pedimos, seguros de ser escuchados, con la oración sobre las ofrendas que la Iglesia eleva en esta noche: Escucha, Señor, la oración de tu pueblo y acepta sus ofrendas, para que aquello que ha comenzado con los misterios pascuales nos ayude, por obra tuya, como medicina para la eternidad. Amén.

[Traducción distribuida por la Santa Sede

© Libreria Editrice Vaticana]

lunes, 5 de abril de 2010

Domingo de Resurrección

Fuente: Catholic.net


La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Contempla los lugares donde Cristo se apareció después de Su Resurrección


Importancia de la fiesta

El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión.

Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.

La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.

Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?

Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.

San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios.

Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.

La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.

Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.

¿Cómo se celebra el Domingo de Pascua?

Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el cirio pascual, que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes.
En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se llama “del encuentro”. En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al Señor.

En algunos países, se acostumbra celebrar la alegría de la Resurrección escondiendo dulces en los jardines para que los niños pequeños los encuentren, con base en la leyenda del “conejo de pascua”.

http://es.catholic.net/catholic_db/imagenes_db/celebraciones/huevospascua.jpgLa costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.

A veces, ambas tradiciones se combinan y así, el buscar los huevitos escondidos simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado.

La tradición de los “huevos de Pascua”

El origen de esta costumbre viene de los antiguos egipcios, quienes acostumbraban regalarse en ocasiones especiales, huevos decorados por ellos mismos. Los decoraban con pinturas que sacaban de las plantas y el mejor regalo era el huevo que estuviera mejor pintado. Ellos los ponían como adornos en sus casas.

Cuando Jesús se fue al cielo después de resucitar, los primeros cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes de la fiesta de Pascua, en la que todos los cristianos debían hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús.

Uno de estos primeros cristianos, se acordó un día de Pascua, de lo que hacían los egipcios y se le ocurrió pintar los huevos que iba a regalar. A los demás cristianos les encantó la idea y la imitaron. Desde entonces, se regalan huevos de colores en Pascua para recordar que Jesús resucitó.
Poco a poco, otros cristianos tuvieron nuevas ideas, como hacer huevos de chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son esos los que regalamos hoy en día.

Leyenda del “conejo de Pascua”

http://es.catholic.net/catholic_db/imagenes_db/celebraciones/conejo_de_pascua.gifSu origen se remonta a las fiestas anglosajonas pre-cristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad asociado a la diosa Eastre, a quien se le dedicaba el mes de abril. Progresivamente, se fue incluyendo esta imagen a la Semana Santa y, a partir del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en Alemania, esto dio orígen también a una curiosa leyenda que cuenta que, cuando metieron a Jesús al sepulcro que les había dado José de Arimatea, dentro de la cueva había un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.

El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.

Así pasó mucho rato, viéndolo; pasó todo un día y toda una noche, cuando de pronto, el conejo vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca!

El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.

Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.

Desde entonces, cuenta la leyenda, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.

Sugerencias para vivir la fiesta
·  Contempla los lugares donde Cristo se apareció después de Su Resurrección EL CAMINO DE LA LUZ, Fotos y meditaciones para aprovechar y rezar durante los días de Pascua.